Lo pequeño es hermoso: Economía budista
Sigo trabajando en mi libro e investigando las soluciones que están surgiendo como respuesta a la crisis personal, organizativa y económica a las que nos enfrentamos. Algunas de esas respuestas parten de los ciudadanos, que están actuando pro-activamente para transformar la crisis en una oportunidad de cambio positivo o bien individualmente o de forma colectiva.
Desde hace ya algunos años están apareciendo y tomando más importancia algunas propuestas y ejemplos de modelos económicos y gubernativos centrados en el bienestar de las personas, la sociedad y la sostenibilidad del planeta.
Por ejemplo, la Economía del Bien Común, Economía Solidaria, la Economía del Cuidado, Economía Sagrada, el Decrecimiento, la Economía Azul, la Economía Circular o las Ciudades en Transición. Y también nuevos índices y medidas como alternativa al Producto Interior Bruto, que ayude a tomar decisiones, no sólo basadas en el puro crecimiento económico, y empezar a tener en cuenta elementos como la felicidad y el bienestar de los ciudadanos o la sostenibilidad del planeta.
Una de las propuestas que me resulta más interesante es la economía budista, sobre todo porque tiene en cuenta las necesidades humanas y sus limitaciones, proponiendo un control sobre el ansia de querer siempre más. La finalidad es alcanzar un verdadero desarrollo del ser humano en todas sus dimensiones, como ser individual cuya acción va mucho más allá del mero consumo, que actúa en comunidad y se hace responsable de su entorno.
Descubrí la economía budista cuando cayó en mis manos el libro, «Lo pequeño es hermoso», del economista E. F. Schumacher. Schumacher visitó Birmania como miembro del consejo de carbón británico para aconsejar al país en la adopción de un crecimiento al estilo oriental. Tras pasar un tiempo conociendo las costumbres del país, y estudiando sus máximas, se dio cuenta de que la economía occidental podría incorporar ideas del budismo para promover un crecimiento más sostenible y respetuoso con la naturaleza, que a la vez pudiese brindar al ser humano el completo desarrollo de sus facultades.
Antes de que rechacen a la economía budista por considerarla un simple sueño nostálgico, quizás aceptarían considerar si es que el camino del desarrollo económico descrito por la economía moderna puede conducirles a los lugares donde ellos realmente desean estar” E. F. Schumacher
¿Cuales son las principales diferencias entre la economía occidental y la budista?: El interés individual, el sufrimiento y los deseos
La economía occidental se centra en el interés individual. En cambio la economía budista desafía este concepto con la idea de la inexistencia de un ego permanente. Esto quiere decir que todo lo que uno percibe con sus sentidos trasmite una falsa idea de un “yo” inherente y real. Esto deriva inevitablemente en que se desarrolle una idea de “lo mío”, siendo esta la base del comportamiento egoísta.
El egoísmo no se considera producto de la maldad sino que es un error consecuencia del desconocimiento de la esencia real de las cosas. Es por esto que el ser humano tiene que desapegarse de este sentimiento. La economía basada en el interés personal y con un enfoque oportunista y materialista está condenada al fracaso. En contrapunto proponen promover la generosidad, ya que el ser humano es un actor cooperador motivado por mejorar su entorno. Los individuos y colectividades que cooperan sobreviven, prosperan y funcionan.
El segundo factor que diferencia ambos conceptos es la búsqueda de maximización de beneficios, mientras que la budista enfatiza la importancia de minimizar el sufrimiento. La manera de minimizar el sufrimiento es promoviendo la simplificación de los deseos, de manera que se calme el ansia consumista y materialista y la frustración que conlleva el querer siempre más y lo mejor. Una vez las necesidades básicas del hombre están cubiertas (comida, ropa, refugio, medicinas) el resto de necesidades materiales debe ser minimizado.
El mercado y el desarrollo económico
La visión del mercado y el crecimiento también dista en ambas visiones. Los enfoques occidentales tienen como objetivo maximizar los mercados hasta el punto de saturación mientras la economía budista tiene como objetivo minimizar el daño. Tienen en cuenta actores primordiales como las futuras generaciones, el medio ambiente y los pobres, que no están correctamente representados porque no gozan del mismo poder que los actores más poderosos y ricos. Es por ello que el mercado no es imparcial y no es representativo de la economía. El concepto de Ahimsa (no cometer acciones que puedan ocasionar daño a uno mismo o a los demás) urge a encontrar soluciones de una manera colectiva y participativa.
Desde el punto de vista budista, no hay nada negativo en el progreso económico, a no ser que ese progreso económico promueva el apego a los bienes materiales y la avaricia. El crecimiento económico que conlleva una reducción de sufrimiento es bienvenido, ya que alivia los efectos negativos de la pobreza. Lo que importa en este caso es la manera en que se genera la riqueza, si ésta se genera a través de un trabajo digno y respetuoso donde se fomenta la confianza, permite a los individuos tener una seguridad económica y poder estar libres de deudas, cuidar de sí mismos y de su comunidad. Esto lleva a desincentivar la maximización de beneficios como fin en sí mismo e impulsar la importancia de la producción a pequeña escala, local, adaptable y sostenible.
Economía enfocada en promover el bienestar
Una economía budista considera que el consumo es un medio para el bienestar humano. El objetivo se trata de maximizar el bienestar con un consumo mínimo.
El trabajo debe ser debidamente apreciado y darse con unas condiciones dignas, de manera que impulse al hombre a producir, dar lo mejor de sí mismo y desarrollar su personalidad. La liberación que supone para el hombre dejar de estar enfocado exclusivamente a maximizar sus ingresos y destinar su tiempo a largas jornadas laborales, le permite tener más dedicación a actividades que repercutan en el bienestar de la comunidad. La persona que se puede ganar la vida con un trabajo digno, puede invertir su tiempo también a fortalecer los lazos que lo unen con el resto de individuos de su comunidad. Está demostrado que la inversión en las relaciones interpersonales tiene un impacto positivo en el bienestar.
El concepto de Producto Nacional Bruto (PIB), incompleto para medir el bienestar, es sustituido por la Felicidad Nacional Bruta (FNB). Este indicador mide el bienestar y la felicidad a través de varios factores como el bienestar económico, el ambiental, la salud física y mental y el bienestar laboral, social y político.
Porque la cuestión no es la elección entre «crecimiento moderno» y «estancamiento tradicional». La cuestión más bien radica en encontrar el camino correcto de desarrollo, el Camino Medio entre la negligencia materialista y la inmovilidad tradicionalista. En pocas palabras, encontrar «Los Medios Correctos de Subsistencia»” E. F. Schumacher
Teniendo en cuenta la época en que las ideas de Schumacher fueron planteadas, se puede considerar que transmiten propuestas que en su mayoría son totalmente vigentes hoy en día como la importancia de las energías renovables, pensar más allá del PIB, promover el comercio local y una producción eficiente. En una economía budista se busca pues el consumo óptimo, no el máximo.
La manera en que experimentamos e interpretamos el mundo depende mucho del tipo de ideas que tenemos. Si las ideas son principalmente débiles, superficiales e incoherentes, la vida parecerá también insípida, aburrida, insignificante y caótica. La economía budista defiende la idea de una economía que permita al hombre desarrollar sus facultades y liberarlo del deseo de querer siempre más. Para el desarrollo de estas facultades se requiere una revalorización de lo que verdaderamente satisface al hombre y una limitación de los deseos sin sentido, donde la óptima asignación del trabajo permita estar en un equilibrio y gozar de un nivel de bienestar con lo que se tiene.
¿Sería posible aplicar los preceptos de la economía budista en occidente? No te pierdas la genial respuesta de E. F. Schumacher.